| principio | |
Listado de romances | ||
| |
|
|
||||||
1º - - - - - Me casó mi madre de muy chiquitina. Las primeras noches muy bien me quería, las segundas noches ya no me quería. Yo me fui tras de él por ver donde diba, y le he visto entrar pa en casa su querida. Yo me fui a escuchar por ver qué decía. --Mantas y pañales a tí te las daría y a la mi mujer palos y mala vida.-- Me vengo de casa triste y aburrida, me puse a cenar, cenar no podía, me puse a fregar, fregar no podía, me asomé al balcón por ver si venía. Le he visto venir a la calle arriba, con la manta al hombro, la espada tendida. --Ábreme la puerta, la puerta, María, que vengo cansado de ganar la vida. --Donde echaste la noche, echarás el día. --Ábreme la puerta, la puerta, María, que si entro allá, palos y mala vida.-- El cogió un garrote, yo agarré una silla: --Si me das, te doy, llamo a la justicia.-- No te cases, joven, no te cases, no, no te cases, joven, que es tu perdición | . |
2º --Deme de cenar, mi madre, por ser hoy el postrer día, que me brindó la Gallarda a cenar con ella un día. --No vayas allá, mi hijo, no vayas allá, mi vida, que la Gallarda ha matado a los mejores de esta villa. --Tengo ir allá, mi madre, aunque me cueste la vida.-- --Buenos días, la Gallarda. --Mala ha sido tu venida: el caballo que te trajo a volverte no diría; la madre que te dio leche a verte no volvería. --Lo que Dios quiera, Gallarda, lo que Dios quiera sería.-- Coge el caballo de rienda lo lleva a la caballería. Había más de cien caballos, todos con doradas sillas, relinchando por los amos, los amos no parecían. --Suba, suba, el caballero, cenará en mi compañía. --Cena, cena, la Gallarda, que yo cenado venía; me dio de cenar mi madre por ser hoy el postrer día. --Suba, suba, el caballero, suba, suba para arriba.-- Sube un cuarto y sube otro y sube otro más arriba, hasta llegar a encontrar puertas de la doloría. Había más de cien cabezas colgaditas de una viga. --¿Qué es esto, linda Gallarda, qué es esto, Gallarda linda? --Son cabezas de cochinos, las traje de la montiña. --Mientes, mientes, la Gallarda, que a la cara te lo digo, la cabeza de mi padre, también la de un tío mío, la cabeza de mi padre, en la barba le he conocido.-- Ya se ponía a hacer la cama y el caballero bien mira; entre los siete colchones un puñal de oro metía. La Gallarda se dormece, el caballero no dormía. Se levanta la Gallarda, despierta y despavorida. --¿Qué buscas, linda Gallarda, qué buscas, Gallarda linda? --Busco mi rosario de oro, que rezarle le quería. --Ese tu rosario de oro yo con él te mataría.-- Se lo mete por el pecho, a salir a la costilla. --Abra las puertas, portero, ábralas con alegría, la Gallarda tiene un sueño que jamás despertaría. ¡De cien hombres que han entrado ninguno salió con vida, yo por ser el más chiquito he salido con la mía! | . |
3º Era un domingo de ramos a la salida de misa y diban las tres hermanas juntas a la calle arriba. Una diba de lo verde y otra de lo verde diba y otra de lo azul morado, preso me tiene la vida. Diba el sargento Gutiérrez, también va el cabo García. --¿Cuála de las tres que van a ti más te gustaría? --A mí la de azul morado me tiene preso la vida. Esta noche, caballero, me ayudarás a rendirla. --Esta noche sí, por cierto, antes que sea de día.-- Eso de la media noche, cuando a la su puerta pican, principiaron a llamar, y la maire a abrir salía. --Pues a usted no la llamamos, que llamamos a su hija. --La hija no está en casa, que está en casa de una tía.-- El demonio del sargento, aunque el diablo se lo diga, no hizo caso de la madre y fue a la cama de la niña. --Déjenme, señores, dejen, déjenme vestir camisa, que la que tengo en mi cuerpo de sangre ya va teñida. --¿Para qué quiere, la perla, para qué quiere, la niña, para qué quiere, la flor, para qué quiere camisa? Teniendo yo aquí mi capa en ella te envolvería.-- Ya la coge entre los brazos y con ella se encamina, y la pobre de la madre desta manera decía: --Mira por la honra, hija, aunque te cueste la vida. --Mira por la suya, madre, la mía ya va perdida.-- Ya la sacan siete leguas, donde población no había, ya se gozaban los dos, ¡qué compasión allí habría! Uno dice: --Muera, muera--, y otro dice: --Viva, viva, es compasión que se pierda esta carita tan linda--. Ya le sacan un puñal y en el pecho se lo cincan; ya le cortan la cabeza y a su madre se la ínvian diciendo: "Toma, demonio, la honra de la tu hija". --¡Ay, mi hija de mi alma!, ¿yo pa qué te criaría?-- Comenzó a hablar la cabeza como si estuviese viva: --Calle, la mi madre, calle, no tenga pena ninguna, que mi alma está en el cielo, por la suya pediría; la del sargento y el cabo en el infierno arderían.-- -- | . |
4 Yo me estaba reposando durmiendo como solía recorre triste llorando con gran pena que sentía levantéme muy sin tiento de la cama en que dormía cercado de pensamiento que valer no me podía mi passión era tan fuerte que de mi yo no sabía estaba la muerte por tenerme en compañía lo que más me fatigaba no era porque moría más era porque dejaba de servir a quien servía servía yo una señora que más que a mí la quería y ella fue la causadora de mi mal sin mejoría la media noche pasada ya era cerca del día salía de mi posada por ver si descansaría fui para donde moraba aquella que más quería por quien yo triste penaba más ella no parecía andando todo turbado con las ansias que tenía vi venir a mi el cuydado dando voces y decía si dormís linda señora recordad por cortesía pues que fuiste causadora de la desventura mía remediad mi gran tristura satisfaced mi porfía porque si falta ventura del todo me perdería y con mis ojos llorando un triste llanto hacía con sospiros congorosos y nadie no parescía en estas cuytas estando como vi que esclarescía a mi caía sospirando me volvía como solía. Fin -- | . |
--- 5 Durmiendo estaba el cuydado porque el pesar le adormecía el dolor del corazón sus tristes ojos había si triste estaba velando durmiendo más mal tenía con sospiros y llorando su grave passión decía. Di muerte por qué no vienes y sanas la pena mía darás fin a mí esperanza y a mi deseo alegría que la vida que no vive morir mejor le sería. Fin -- -- | . |
--- 6 Todas las gentes dormían en las que Dios había parte no duerme la Melisenda la hija del emperante faltó diesa de la cama como la parió su madre. Si dormís las mis doncellas si dormides recordade las que habedes maridos tengades me puridade las que sabedes de amores consejo me queréis dar que amores al conde Ayuelos no me verán reposar. Allí hablara una vieja vieja de antigua edada. Mientras sois moça señora placer vos querades dar que cuando seades vieja los rapaces nos querrán que así hice yo mezquina en casa de vuestro padre y con este consejo empeçó de caminar vase para los palacios donde el conde ha de hallar a sombra va de tejados que no la conozca nadie encontró con Fernandinos el alguazil de su padre desque la vido y sola empeçóse a santiguarse, ¿A do vais la mi señora vos que vades a buscar o citais loca sanguina o de amores queréis finar? mása yo me iba a la iglesia aquella noche a velar más prestesme Fernandinos prestesme el tu puñal que miedo tengo a los perros que no me hiciesen mal y tómolo por la punta hasta los cabos se lo fue a inchar Allí murió Fernandinos el alguazil de tu padre y ella tira su camino donde el conde ha de hallar las puertas halló cerradas no halló por donde entrar con palabras de encantamiento abrió las de par en par siete antorchas que allí ardían todas las fuera a matar desesperado se había el conde con balas me dio dios del cielo Sancta María fue tu madre O eran mis enemigos que me vienen a matar o eran los mís pecados que me vienen a tentar o era la Melisenda la hija del Emperante más era una morica mozica de allende la mar mi cuerpo tengo tan blanco como un fino cristal mis dientes son tan menudillos menudos como la sal mi boca tan colorada como un fino coral. Allí habló el buen conde tal respuesta le fue a dar. Juramento tengo hecho Sobre un libro missal que mujer que a mí demande nunca mi cuerpo negalle sino era Melisenda la hija del Emperante. entonces la Melisenda començóle de besar y quitóle sus vestidos cabo el se fuera echar cuando vino la mañana que quería alborear hizo abrir las sus ventanas por la morica mirar vido que era Melisenda empéçóle de hablar. Señora cuán bueno fuera esta noche yo me matar antes que haber cometido aquesta tan gran maldad. Vase a casa del Emperador Por habérselo de contar las rodillas por el suelo le comiença de hablar. Una nueva os traía os lo había de contar más catad aquí mi espada que en mí la podéis vengar que esta noche Melisenda en mis palacios fue a entrar siete achas que allí ardían todas las fuera a matar díjome que era mozica moza de allende la mar y que venía conmigo a dormir y a folgar y entonces yo desdichado cabe mí la dejé echar. Allí habló el Emperador tal respuesta le fue a dar. Tira allá la tu espada que no te quiero hacer mal más si tu la quieres conde por mujer se te dará. pláceme dijera el conde pláceme de voluntad lo que vuestra alteza manda veisme aquí a vuestro mandar. Hace venir a un arzobispo por haberlos de desposar ricas fiestas hicieron con mucha solemnidad. Fin -- -- | . |
--- 7 Romance de Vergilios Mandó el rey prender Vergilios y a buen recaudo poner, por una traición que hizo en los palacios del rey: porque forzó una doncella llamada doña Isabel. Siete años lo tuvo preso, sin que se acordase de él, y un domingo estando en misa mientes se le vino de él. -Mis caballeros, Vergilios, ¿qué se había hecho de él? Allí habló un caballero que a Vergilios quiere bien: -Preso lo tiene tu alteza y en tus cárceles lo tien. -Vía, a comer, mis caballeros, caballeros, vía, a comer, después que hayamos comido a Vergilios vamos ver. Allí hablara la reina: -Yo no comeré sin él. A las cárceles se van adonde Vergilios es. -¿Qué hacéis aquí, Vergilios? Vergilios ¿aquí qué hacéis? -Señor, peino mis cabellos y las mis barbas también: aquí me fueron nacidas, aquí me han encanecer, que hoy se cumplen siete años que me mandaste prender. -Calles, calles tú, Vergilios, que tres faltan para diez. -Señor, si manda tu alteza, toda mi vida estaré. -Vergilios, por tu paciencia conmigo irás a comer. -Rotos tengo mis vestidos, no estoy para parecer. -Yo te los daré, Vergilios, yo dártelos mandaré. Plúgole a los caballeros y a las doncellas también; mucho más plugo a una dueña llamada doña Isabel. Llaman un arzobispo, ya la desposan con él. Tomárala por la mano y llévasela a un vergel. -- -- | . |
--- --- 8 Romance del prisionero Por el mes era de mayo cuando hace la calor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor, sino yo, triste cuitado, que vivo en esta prisión, que ni sé cuándo es de día, ni cuándo las noches son, sino por una avecilla que me cantaba al albor. Matómela un ballestero ¡Dele Dios mal galardón! Cabellos de mi cabeza lléganme al corvejón, los cabellos de mi barba por manteles tengo yo; las uñas de las mis manos por cuchillo tajador. Si lo hacía el buen rey, hácelo como señor, si lo hace el carcelero, hácelo como traidor. Mas quien ahora me diese un pájaro hablador, siquiera fuese calandria, o tordico, o ruiseñor, criado fuese entre damas y avezado a la razón, que me lleve una embajada a mi esposa Leonor: que me envíe una empanada, no de trucha, ni salmón, sino de una lima sorda y de un pico tajador: la lima para los hierros y el pico para el torreón. Oídolo había el rey, mandóle quitar la prisión. - -- | . |
--- 9 La ermita de San Simón En Sevilla está una ermita cual dicen de San Simón, adonde todas las damas iban a hacer oración. Allá va la mi señora, sobre todas la mejor, saya lleva sobre saya, mantillo de un tornasol, en la su boca muy linda lleva un poco de dulzor, en la su cara muy blanca lleva un poco de color, y en los sus ojuelos garzos lleva un poco de alcohol, a la entrada de la ermita, relumbrando como el sol. El abad que dice misa no la puede decir, no, monacillos que le ayudan no aciertan responder, no, por decir: amén, amén, decían: amor, amor. -- -- | . |
10 Yo me levantara, madre... Yo me levantara, madre, mañanica de San Juan, vide estar una doncella ribericas de la mar. Sola lava y sola tuerce, sola tiende en un rosal; mientras los paños se enjugan dice la niña un cantar: -¿Dó los mis amores, dó los, ¿dó los andaré a buscar? Mar abajo, mar arriba, diciendo iba el cantar, peine de oro en las sus manos por sus cabellos peinar: -Dígasme tú, el marinero, sí, Dios te guarde de mal, si los viste mis amores, si los viste allá pasar. -- -- | . |
--- --- 11 Romance de Rosa fresca -Rosa fresca, rosa fresca, tan garrida y con amor, cuando yo os tuve en mis brazos no vos supe servir, no, y ahora que os serviría no vos puedo haber, no. -Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía no: enviástesme una carta con un vuestro servidor y en lugar de recaudar él dijera otra razón: que érades casado, amigo, allá en tierras de León, que tenéis mujer hermosa y hijos como una flor. -Quien os lo dijo, señora, no vos dijo verdad, no, que yo nunca entré en Castilla ni allá en tierras de León, sino cuando era pequeño que no sabía de amor. -- -- | . |
A Paseábase el buen conde todo lleno de pesar, cuentas negras en sus manos do suele siempre rezar, palabras tristes diciendo, palabras para llorar: -Véoos, hija, crecida, y en edad para casar; el mayor dolor que siento es no tener que os dar. -Calledes, padre, calledes, no debéis tener pesar, que quien buena hija tiene rico se debe llamar, y el que mala la tenía viva la puede enterrar, pues amengua su linaje que no debiera amenguar, y yo, si no me casare, en religión puedo entrar. -- -- | . |
--- --- B Romance de Rico Franco A caza iban, a caza, los cazadores del rey, ni fallaban ellos caza, ni fallaban qué traer. Perdido habían los halcones, ¡mal los amenaza el rey! Arrimáranse a un castillo que se llamaba Mainés. Dentro estaba una doncella muy fermosa y muy cortés; siete condes la demandan, y así facen tres reyes. Robárala Rico Franco, Rico Franco aragonés; llorando iba la doncella de sus ojos tan cortés. Falábala Rico Franco, Rico Franco aragonés: -Si lloras tu padre o madre, nunca más vos los veréis, si lloras los tus hermanos, yo los maté todos tres. -Ni lloro padre ni madre, ni hermanos todos tres, mas lloro la mí ventura que no sé cuál ha de ser. Prestédesme, Rico Franco, vuestro cuchillo lugués, cortaré fitas al manto, que no son para traer. Rico Franco de cortese por las cachas lo fue tender, la doncella, que era artera, por los pechos se lo fue a meter; así vengó padre y madre, y aun hermanos todos tres. -- | . |
--- C Romance de Marquillos ¡Cuán traidor eres, Marquillos! ¡Cuán traidor de corazón! Por dormir con tu señora habías muerto a tu señor. Desque lo tuviste muerto quitástele el chapirón; fuéraste al castillo fuerte donde está la Blanca Flor. -Ábreme, linda señora, que aquí viene mi señor; si no lo quieres creer, veis aquí su chapirón. Blanca Flor, desque lo viera, las puertas luego le abrió; echóle brazos al cuello, allí luego la besó; abrazándola y besando a un palacio la metió. -Marquillos, por Dios te ruego que me otorgases un don: que no durmieses conmigo hasta que rayase el sol. Marquillos, como es hidalgo, el don luego le otorgó; como viene tan cansado en llegado se adurmió. Levantóse muy ligera la hermosa Blanca Flor, tomara cuchillo en mano y a Marquillos degolló. --V -- | . |
--- D Romance del conde Alemán A tan alta va la luna como el sol a mediodía, cuando el buen conde Alemán con esa dama dormía. No lo sabe hombre nacido de cuantos en la corte había, si no sólo era la infanta, aquesa infanta su hija. Así su madre le hablaba, desta manera decía: -Cuanto viéredes tú, infanta, cuanto vierdes, encobridlo; daros ha el conde Alemán un manto de oro fino. -¡Mal fuego queme, madre, ese manto de oro fino, cuando en vida de mi padre tuviese padrastro vivo! De allí se fuera llorando; el rey su padre la ha visto: -¿Por qué lloráis, la infanta? decid ¿quién llorar os hizo? -Yo me estaba aquí comiendo, comiendo sopas en vino, entró el conde Alemán, y echólas por el vestido. -Calléis, mi hija, calléis, no toméis de eso pesar, que el conde es niño y muchacho, hacerlo ha por burlar. -¡Mal fuego quemase, padre, tal reír y tal burlar! Cuando me tomó en sus brazos, conmigo quiso holgar. -Si él os tomó en sus brazos y con vos quiso holgar, en antes que el sol salga yo lo mandaré matar. -- -- | . |
E Romance del conde Alarcos Retraída está la infanta, bien así como solía, viviendo muy descontenta de la vida que tenía, viendo que ya se pasaba toda la flor de su vida, y que el rey no la casaba, ni tal cuidado tenía. Entre sí estaba pensando a quien se descubriría, acordó llamar al rey como otras veces solía, por decirle su secreto y la intención que tenía. Vino el rey siendo llamado, que no tardó su venida: vídola estar apartada, sola está sin compañía; su lindo gesto mostraba ser más triste que solía. Conociera luego el rey el enojo que tenía: -¿Qué es aquesto, la infanta? ¿qué es aquesto, hija mía? Contadme vuestros enojos, no toméis malenconía, que sabiendo la verdad todo se remediaría. -Menester será, buen rey, remediar la vida mía, que a vos quedé encomendada de la madre que tenía. Dédesme, buen rey, marido, que mi edad ya lo pedía: con vergüenza os lo demando, no con gana que tenía, que aquestos cuidados tales a vos, rey, pertenecían. Escuchada su demanda, el buen rey le respondía: -Esa culpa, la infanta, vuestra era, que no mía, que ya fuérades casada con el príncipe de Hungría. No quisistes escuchar la embajada que venía, pues acá en las nuestras cortes, hija, mal recaudo había, porque en todos los mis reinos vuestro par igual no había, sino era el conde Alarcos, hijos y mujer tenía. -Convidadlo vos, el rey, al conde Alarcos un día, y después que hayáis comido decilde de parte mía, decilde que se acuerde de la fe que dél tenía, la cual él me prometiera, que yo no se la pedía, de ser siempre mi marido, y yo que su mujer sería. Yo fui de ello muy contenta y que no me arrepentía. Si la condesa es burlada, que mirara lo que hacía, que por él no me casé con el príncipe de Hungría: si casó con la condesa, dél es culpa, que no mía, Perdiera el rey en la oír el sentido que tenía, mas después en sí tornado con enojo respondía: -¡No son estos los consejos, que vuestra madre os decía! ¡Muy mal mirastes, infanta, do estaba la honra mía! Si verdad es todo eso vuestra honra ya es perdida: no podéis vos ser casada siendo la condesa viva. Si se hace el casamiento por razón o por justicia, en el decir de las gentes por mala seréis tenida. Dadme vos, hija, consejo, que el mío no bastaría, que ya es muerta vuestra madre a quien consejo pedía. 90 -Yo os lo daré, buen rey, de este poco que tenía: mate el conde a la condesa, que nadie no lo sabría, y eche fama que ella es muerta de un cierto mal que tenía, y tratarse ha el casamiento como cosa no sabida. De esta manera, buen rey, mi honra se guardaría. De allí se salía el rey, no con placer que tenía; lleno va de pensamientos con la nueva que sabía; vido estar al conde Alarcos entre muchos, que decía: -¿Qué aprovecha, caballeros, amar y servir amiga, que son servicios perdidos donde firmeza no había? No pueden por mí decir aquesto que yo decía, que en el tiempo que yo serví una que tanto quería, si muy bien la quise entonces, agora más la quería; mas por mí pueden decir quien bien ama tarde olvida. Estas palabras diciendo vido al buen rey que venía, y hablando con el rey de entre todos se salía. Dijo el buen rey al conde hablando con cortesía: -Convidaros quiero, conde, por mañana en aquel día, que queráis comer conmigo por tenerme compañía. -Que se haga de buen grado lo que su Alteza decía; beso sus reales manos por la buena cortesía: detenerme he aquí mañana, aunque estaba de partida, que la condesa me espera según carta me envía. Otro día de mañana el rey de misa salía; luego se asentó a comer, no por gana que tenía, sino por hablar al conde lo que hablarle quería. Allí fueron bien servidos como a rey pertenecía. Después que hubieron comido, toda la gente salida, quedóse el rey con el conde en la tabla do comía. Empezó el rey de hablar la embajada que traía: -Unas nuevas traigo, conde, que de ellas no me placía, por las cuales yo me quejo de vuestra descortesía. Prometistes a la infanta lo que ella no os pedía, de siempre ser su marido, y a ella que le placía. Si a otras cosas pasastes no entro en esa porfía Otra cosa os digo, conde, de que más os pesaría: que matéis a la condesa que así cumple a la honra mía: echéis fama que es muerta de cierto mal que tenía, y tratarse ha el casamiento como cosa no sabida, porque no sea deshonrada hija que tanto quería. Oídas estas razones el buen conde respondía: -No puedo negar, el rey, lo que la infanta decía, sino que otorgo, es verdad, todo cuanto me pedía. Por miedo de vos, el rey, no casé con quien debía, no pensé que vuestra Alteza en ello consentiría: de casar con la infanta yo, señor, bien casaría; mas matar a la condesa, señor rey, no lo haría, porque no debe morir la que mal no merecía. -De morir tiene, buen conde, por salvar la honra mía, pues no mirastes primero lo que mirar se debía. Si no muere la condesa a vos costará la vida. Por la honra de los reyes muchos sin culpa morían, que muera pues la condesa no es mucha maravilla. -Yo la mataré, buen rey, mas no será la culpa mía: vos os avendréis con Dios en el fin de vuestra vida, y prometo a vuestra Alteza, a fe de caballería, que me escriba por traidor si lo dicho no cumplía de matar a la condesa, aunque mal no merecía. Buen rey, si me dais licencia yo luego me partiría. -Vades con Dios, el buen conde, ordenad vuestra partida. Llorando se parte el conde, llorando sin alegría; llorando por la condesa, que más que a sí la quería. Llorando también el conde por tres hijos que tenía, el uno era de teta, que la condesa lo cría, que no quería mamar de tres amas que tenía sino era de su madre porque bien la conocía; los otros eran pequeños, poco sentido tenían. Antes que el conde llegase estas razones decía: -¿Quién podrá mirar, condesa, vuestra cara de alegría, que saldréis a recibirme a la fin de vuestra vida? Yo soy el triste culpado, esta culpa toda es mía. En diciendo estas palabras ya la condesa salía, que un paje le había dicho como el conde ya venía. Vido la condesa al conde la tristeza que tenía, viole los ojos llorosos que hinchados los tenía de llorar por el camino mirando el bien que perdía. Dijo la condesa al conde: ¡Bien vengáis, bien de mi vida! ¿Qué habéis, el conde Alarcos? ¿por qué lloráis, vida mía, que venís tan demudado que cierto no os conocía? No parece vuestra cara ni el gesto que ser solía; dadme parte del enojo como dais de la alegría. ¡Decídmelo luego, conde, no matéis la vida mía! -Yo vos lo diré, condesa, cuando la hora sería. -Si no me lo decís, conde, cierto yo reventaría. -No me fatiguéis, señora, que no es la hora venida. Cenemos luego, condesa, de aqueso que en casa había. -Aparejado está, conde, como otras veces solía. Sentóse el conde a la mesa, no cenaba ni podía, con sus hijos al costado, que muy mucho los quería. Echóse sobre los hombros; hizo como que dormía; de lágrimas de sus ojos toda la mesa corría. Mirábalo la condesa; que la causa no sabía; no le preguntaba nada, que no osaba ni podía. Levantóse luego el conde, dijo que dormir quería; dijo también la condesa que ella también dormiría; mas entre ellos no había sueño, si la verdad se decía. Vanse el conde y la condesa a dormir donde solían: dejan los niños de fuera que el conde no los quería: lleváronse el más chiquito, el que la condesa cría: el conde cierra la puerta, lo que hacer no solía. Empezó de hablar el conde con dolor y con mancilla: -¡Oh desdichada condesa, grande fue la tu desdicha! -No soy desdichada, conde, por dichosa me tenía sólo en ser vuestra mujer: esta fue gran dicha mía. -¡Si bien lo miráis, condesa, esa fue vuestra desdicha! Sabed que en tiempo pasado yo amé a quien bien servía, la cual era la infanta. Por desdicha vuestra y mía prometí casar con ella; y a ella que le placía, demándame por marido por la fe que me tenía. Puédelo muy bien hacer de razón y por justicia: díjomelo el rey su padre porque de ella lo sabía. Otra cosa manda el rey que toca en el alma mía: manda que muráis, condesa, a la fin de vuestra vida, que no puede tener honra siendo vos, condesa, viva. Desque esto oyó la condesa cayó en tierra amortecida: mas después en sí tornada estas palabras decía: -¡Pagos son de mis servicios, conde, con que yo os servía! si no me matáis, el conde, yo bien os consejaría: enviédesme a mis tierras que a mi padre me ternía; yo criaré vuestros hijos mejor que la que vernía, yo os mantendré castidad como siempre os mantenía. -De morir habéis, condesa, en antes que venga el día. -¡Bien parece, conde Alarcos, yo ser sola en esta vida; porque tengo el padre viejo, mi madre ya es fallecida, y mataron a mi hermano el buen conde don García, que el rey lo mandó matar por miedo que dél tenía! No me pesa de mi muerte, porque yo morir tenía, mas pésame de mis hijos, que pierden mi compañía: hacémelos venir, conde, y verán mi despedida. -No los veréis más, condesa, en días de vuestra vida: abrazad este chiquito, que aqueste es el que os perdía. Pésame de vos, condesa, cuanto pesar me podía. No os puedo valer, señora, que más me va que la vida; encomendáos a Dios que esto hacerse tenía. -Dejéisme decir, buen conde, una oración que sabía. -Decila presto, condesa, antes que amanezca el día. -Presto la habré dicho, conde, no estaré un Ave María. Hincó rodillas en la tierra y esta oración decía: "En las tus manos, Señor, encomiendo el alma mía: no me juzgues mis pecados según que yo merecía, mas según tu gran piedad y la tu gracia infinita". -Acabada es ya, buen conde, la oración que yo sabía; encomiéndoos esos hijos que entre vos y mí había, y rogad a Dios por mí mientras tuviéredes vida, que a ello sois obligado pues que sin culpa moría, Dédesme acá ese chiquito, mamará por despedida. -No le despertéis, condesa, dejadlo estar, que dormía, sino que os pido perdón porque ya viene el día. -A vos yo perdono, conde, por el amor que vos tenía; mas yo no perdono al rey, ni a la infanta su hija, sino que queden citados delante la alta justicia, que allá vayan a juicio dentro de los treinta días. Estas palabras diciendo el conde se apercebía: echóle por la garganta una toca que tenía, apretó con las dos manos con la fuerza que podía: no le afloja la garganta mientras que vida tenía. Cuando ya la vido el conde traspasada y fallecida, desnudóle los vestidos y las ropas que tenía: echóla encima la cama, cubrióla como solía; desnudóse a su costado, obra de un Ave María: levantóse dando voces a la gente que tenía: -¡Socorred, mis caballeros, que la condesa se fina! Hallan la condesa muerta los que a socorrer venían. Así murió la condesa, sin razón y sin justicia; mas también todos murieron dentro de los treinta días. Los doce días pasados la infanta ya se moría; el rey a los veinte y cinco, el conde al treinteno día, allá fueron a dar cuenta a la justicia divina. Acá nos dé Dios su gracia, y allá la gloria cumplida. -- | . |
--- F Romance de Gerineldo Levantóse Gerineldo que al rey dejara dormido, fuese para la infanta donde estaba en el castillo. -Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido. -¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo? -Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo. Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido, y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido. Recordado había el rey de un sueño despavorido; tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido. -Gerineldo, Gerineldo, mi camarero pulido, si me andas en traición, trátasme como a enemigo. O dormías con la infanta o me has vendido el castillo. Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido, fuérase para la cama donde a Gerineldo vido. Él quisiéralo matar, mas criole de chiquito. Sacara luego la espada, entre entrambos la ha metido, porque desque recordase viese cómo era sentido. Recordado había la infanta y la espada ha conocido. -Recordaos, Gerineldo, que ya érades sentido, que la espada de mi padre yo me la he bien conocido. - -- | . |
--- --- G Romance de amor En el tiempo que me vi más alegre y placentero, encontré con un palmero que me habló y dijo así: -¿Dónde vas, el caballero? ¿Dónde vas, triste de ti? Muerta es tu linda amiga, muerta es, que yo la vi; las andas en que ella iba de luto las vi cubrir, 10 duques, condes la lloraban todos por amor de ti; dueñas, damas y doncellas llorando dicen así: -¡Oh triste del caballero que tal dama pierde aquí! - -- | . |
H Compañero, compañero... -Compañero, compañero, casóse mi linda amiga, casóse con un villano, que es lo que más me dolía. Irme quiero a tornar moro allende la morería, cristiano que allá pasare yo le quitaré la vida. -No lo hagas, compañero, no lo hagas, por tu vida. De tres hermanas que tengo darte he yo la más garrida, si la quieres por mujer, si la quieres por amiga. -Ni la quiero por mujer, ni la quiero por amiga, pues que no pude gozar de aquella que más quería. -- -- | . |
--- --- I Romance de Espinelo Muy malo estaba Espinelo, en una cama yacía, los bancos eran de oro, las tablas de plata fina, los colchones en que duerme son de una holanda muy fina, las sábanas que le cubren en el agua no se vían, la colcha que en ella ponen sembrada es de perlería; a su cabecera tiene Mataleona, su amiga, con las plumas de un pavón la su cara le resfría. Estando en este solaz tal demanda le hacía: -Espinelo, mi Espinelo, ¡cómo naciste en buen día! El día que tú naciste la luna estaba crecida, ni punto le sobraba, ni punto le fallecía. Contádesme, Espinelo, contádesme vuestra vida. -Yo te lo diré, señora, con amor y cortesía: mi padre era de Francia, mi madre de Lombardía; mi padre con su poder a Francia toda regía. Mi madre como señora una ley hecha tenía: la mujer que dos pariese de un parto y en sólo un día, que la den por alevosa y la quemen por justicia, o la echen en la mar, porque adulterado había. Quiso Dios, y su ventura, que ella dos hijos paría de un parto y en una hora que por deshonra tenía. Fuérase a tomar consejo con tan loca fantasía a una cautiva mora, sabia en nigromancía. -¿Qué me aconsejas, la mora, por salvar la honra mía? Respondiérale: -Señora, yo de parecer sería, que tomases a tu hijo, el que te se antojaría, y lo eches en la mar en un arca de valía bien embetunada toda, mucho oro y joyería, porque quien al niño hallase de criarle se holgaría. Cayera la suerte en mí, y en la gran mar me ponía, la cual estando muy buena arrebatado me había y púsome en tierra firme, con la furor que traía, a la sombra de una mata que por nombre espina había, que por eso me pusieron de Espinelo nombradía. Marineros navegando halláronme en aquel día, lleváronme a presentar al gran Soldán de Suría. El Soldán no tiene hijo, por su hijo me tenía; el soldán agora es muerto. Yo por el soldán regía. -- -- | . |
- J Yo me era mora Moraima... Yo me era mora Moraima, morilla de un bel catar, cristiano vino a mi puerta, cuitada, por me engañar; hablóme en algarabía, como aquel que la bien sabe: -Ábreme las puertas, mora, sí Alá te guarde de mal. -¿Cómo te abriré, mezquina, que no sé quién te serás? -Yo soy el moro Mazote, hermano de la tu madre, que un cristiano dejó muerto, tras mí venía el alcalde. Si no me abres tú, mi vida, aquí me verás matar. Cuando esto oí, cuitada, comencéme a levantar, vistiérame una almejía no hallando mi brial, fuérame para la puerta y abrila de par en par. -- -- | . |
K Tiempo es, el caballero... -Tiempo es, el caballero, tiempo es de andar de aquí, que ni puedo andar en pie, ni al emperador servir, que me crece la barriga y se me acorta el vestir; vergüenza he de mis doncellas, las que me dan el vestir, míranse unas a otras, no hacen sino reír; vergüenza he de mis caballeros, los que sirven ante mí. -Lloradlo, dijo, señora, que así hizo mi madre a mí, hijo soy de un labrador, mi madre y yo pan vendí. La infanta desque esto oyera, comenzóse a maldecir: -¡Maldita sea la doncella que se deja seducir! -No os maldigáis vos, señora, no os queráis maldecir, que hijo soy del rey de Francia, mi madre es doña Beatriz; cien castillos tengo en Francia, señora, para os guarir, cien doncellas me los guardan, señora, para os servir. -- -- | . |
L Romance de don Galván Bien se pensaba la reina que buena hija tenía. que del conde don Galván tres veces parido había, que no lo sabía ninguno de los que en la corte había, si no fuese una doncella que en su cámara dormía, por un enojo que hubiera a la reina lo decía. La reina se la llamaba y en su cámara la metía, y estando en este cuidado de palabras la castiga: -Ay, hija, si virgen estáis, reina seréis de Castilla; hija, si virgen no estáis, de mal fuego seáis ardida. -Madre, tan virgen estoy como el día que fui nacida; por Dios os ruego, mi madre, que no me dedes marido, doliente soy de mi cuerpo, que no soy para servirlo. Subiérase la infanta a lo alto de una torre; si bien labraba la seda, mejor labraba el oro; vido venir a Galván telas de su corazón. Ellas en aquesto estando el parto que la tomó. -¡ay por Dios! ¡ay mi señor! Alleguéisos a esa torre. Recogedme ese mochacho en cabo de vuestro manto. Dedésmelo a criar a la madre que os parió. - -- | . |
M Parida estaba la infanta... Parida estaba la infanta, la infanta parida estaba; para cumplir con el rey decía que estaba mala. Envió a llamar al conde que viniese a la su sala; el conde siendo llamado no tardó la su llegada. -¿Qué me queredes, mi vida? ¿Qué me queredes, mi alma? -Que toméis esta criatura y la deis a criar a un ama. Ya la tomaba el buen conde en los cantos de su capa, mas de la sala saliendo con el buen rey encontrara. -¿Qué lleváis, el buen conde, en cantos de vuestra capa? -Unas almendras, señor, que son para una preñada. -Dédesme de ellas, el conde, para mi hija la infanta. -Perdónedes vos, el rey, porque las traigo contadas. Ellos en aquesto estando, la criatura lloraba. -Traidor me sois vos, el conde, traidor me sois en mi casa. -Yo no soy traidor, el rey, ni en mi linaje se halla: hermanos y primos tengo los mejores de Granada. Revolvió el manto al brazo y arrancó de la su espada, el conde, por la criatura, retiróse por la sala. El rey decía: -¡Prendedlo!; mas nadie prenderlo osaba. La infanta, que luego oyera rencilla tan grande e brava, a una de las damas suyas lo que era preguntaba. -Es que el rey, señora, al conde de traidor lo difamaba porque en la su falda un niño del palacio lo sacaba, creyendo que a vos, señora, el conde vos deshonrara. Sale la infanta de prisa adonde su padre estaba, y la espada de la mano de presto se la quitara, diciendo: -Oídme, señor, una cosa que os contara. El rey, que la quería bien, que dijese le mandaba. -Mía es la criatura que el conde, señor, llevaba, y el conde es mi marido, yo por tal lo publicaba. El rey, que aquello oyera, triste y espantado estaba: por un cabo quería vengarse, y por otro non osaba; al fin al mejor consejo como cuerdo se allegaba: con voz alta y amorosa dijo que les perdonaba. Mándales tomar las manos a un cardenal que allí estaba, y hacer bodas suntuosas de que todo el mundo holgaba, y así el pesar pasado con gran gozo se tornaba. -- -- | . |
0I Romance de la infanta de Francia De Francia partió la niña, de Francia la bien guarnida, íbase para París, do padre y madre tenía. Errado lleva el camino, errada lleva la guía, arrimárase a un roble por esperar compañía. Vio venir un caballero que a París lleva la guía. La niña, desque lo vido, de esta suerte le decía: -Si te place, caballero, llévesme en tu compañía. -Pláceme, dijo, señora, pláceme, dijo, mi vida. Apeóse del caballo por hacerle cortesía; puso la niña en las ancas y subiérase en la silla. En el medio del camino de amores la requería. La niña, desque lo oyera, díjole con osadía: -Tate, tate, caballero, no hagáis tal villanía, hija soy de un malato y de una malatía, el hombre que a mí llegase malato se tornaría. El caballero, con temor, palabra no respondía. A la entrada de París la niña se sonreía. -¿De qué vos reís, señora? ¿De qué vos reís, mi vida? -Ríome del caballero y de su gran cobardía: ¡Tener la niña en el campo y catarle cortesía! Caballero, con vergüenza, estas palabras decía: -Vuelta, vuelta, mi señora, que una cosa se me olvida. La niña, como discreta, dijo: -Yo no volvería, ni persona, aunque volviese, en mi cuerpo tocaría: hija soy del rey de Francia y de la reina Constantina, el hombre que a mí llegase muy caro le costaría. -- -- | . | |
II Romance de la infantina A cazar va el caballero, a cazar como solía, los perros lleva cansados, el halcón perdido había; arrimárase a un roble, alto es a maravilla, en una rama más alta, vido estar una infantina, cabellos de su cabeza todo el roble cubrían. -Note espantes, caballero, ni tengas tamaña grima. Fija soy yo del buen rey y de la reina de Castilla, siete fadas me fadaron en brazos de una ama mía, que andase los siete años sola en esta montiña. Hoy se cumplían los siete años, o mañana en aquel día; por Dios te ruego, caballero, llévesme en tu compañía, si quisieres, por mujer, si no, sea por amiga. -Esperáisme vos, señora, hasta mañana, aquel día, iré yo tomar consejo de una madre que tenía. La niña le respondiera y estas palabras decía: -¡Oh, mal haya el caballero que sola deja la niña! Él se va a tomar consejo, y ella queda en la montiña. Aconsejóle su madre que la tomase por amiga. Cuando volvió el caballero no la hallara en la montiña: vídola que la llevaban con muy gran caballería. El caballero, desque la vido, en el suelo se caía; desque en sí hubo tornado, estas palabras decía: -Caballero que tal pierde, muy grande pena merecía: yo mismo seré el alcalde, yo me seré la justicia: que me corten pies y manos y me arrastren por la villa. -- -- | . | |
III Romance del conde Arnaldos ¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Con un falcón en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traía de seda, la jarcia de un cendal, marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar, los peces que andan al hondo arriba los hace andar, las aves que andan volando las hace a el mástil posar. -Galera, la mi galera, Dios te me gaurde de mal, de los peligros del mundo sobre aguas de la mar, de los llanos de Almería del estrecho de Gibraltar, y del golfo de Venecia, y de los bancos de Flandes, y del golfo de León, donde suelen peligrar. Allí habló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por Dios te ruego, marinero, dígaisme ora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va. -- -- | . | |
IV Bodas se hacían en Francia... Bodas se hacían en Francia, allá dentro de París ¡Cuán bien que guía la danza esta doña Beatriz! ¡Cuán bien que se la miraba el buen conde don Martín! -¿Qué miráis aquí, buen conde? conde, ¿qué miráis aquí? Decid si miráis la danza o si me miráis a mí. -Que no miro yo a la danza, porque muchas danzas vi, miro yo vuestra lindeza que me hace penar a mí. -Si bien os parezco, conde, conde, saquéisme de aquí, que un marido me dan viejo y no puede ir tras de mí. -- -- | . | |
V Romance de blanca niña -Blanca sois, señora mía, más que el rayo del sol, ¿si la dormiré esta noche desarmado y sin pavor? Que siete años había, siete, que no me desarmo, no; más negras tengo mis carnes que un tiznado carbón. -Dormidla, señor, dormidla, desarmado sin temor, que el conde es ido a la caza a los montes de León. -Rabia le mate los perros y águilas el su halcón, y del monte hasta casa a él arrastre el morón. Ellos en aquesto estando su marido que llegó: -¿Qué hacéis, la blanca niña, hija de padre traidor? -Señor, peino mis cabellos, péinolos con gran dolor, que me dejáis a mí sola y a los montes os vais vos. -Esas palabras, la niña, no era sino traición: ¿Cúyo es aquel caballo que allá bajo relinchó? -Señor, era de mi padre, y enviolo para vos. -¿Cúyas son aquellas armas que están en el corredor? -Señor, eran de mi hermano, y hoy vos las envió. -¿Cúya es aquella lanza, desde aquí la veo yo? -Tomadla, conde, tomadla, matadme con ella vos, que aquesta muerte, buen conde, bien os la merezco yo. -- -- | . | |
Fuente fría fuente fría fuente fría con amor do todas las las avezicas van tomar consolación sino es la tortolica que está viuda y con dolor por allí fuera a passar el traydor del ruiseñor las palabras que le dize llenas son de traición Si tú quissieses señora yo sería tu servidor Vete de haí enemigo malo falso engañador que ni posa en ramo verde ni en prado que tenga flor que si ell agua halló clara turbia la veía yo que no quiero haver marido porque hijos no haya yo no quiero plazer con ellos ni menos consolación desa mi triste enemigo falso malo y traidor que no quiero ser tu amiga ni casar contigo no. -- -- | . | |
s--- VII Romance del cautivo Mi padre era de Ronda y mi madre de Antequera; cautiváronme los moros entre la paz y la guerra, y lleváronme a vender a Vélez de la Gomera. Siete días con sus noches anduve en el almoneda, no hubo moro ni mora que por mí una blanca diera, sino fuera un perro moro que cien doblas ofreciera, y llevárame a su casa, echárame una cadena. Dábame la vida mala, dábame la vida negra: de día majaba esparto, de noche molía cibera, echóme un freno a la boca porque no comiese della, Pero plugo a Dios del cielo que tenía el ama buena; cuando el moro se iba a caza quitábame la cadena; echábame en su regazo, mis regalos me hiciera, espulgábame y limpiaba mejor que yo mereciera; por un placer que le hice otro muy mayor me hiciera: diérame casi cien doblones en libertad me pusiera, por temor que el moro perro quizá la muerte nos diera. Así plugo a Dios del cielo de quien mercedes se espera que me ha vuelto a vuestros brazos como de primero era. -- -- | . | |
VIII Gritando va el caballero publicando su gran mal vestidas ropas de luto enforradas en sayal por los montes sin camino con dolor y sospirar llorando a pie descalzo jurando de no tornar a donde uviesse mujeres por nunca se consolar con otro nuevo cuydado que le hiciese olvidar la memoria de tu amiga que murió sin la gozar va a buscar las tierras solas para en ellas habitar en una montaña espessa no cercana de lugar hizo caía de tristura que es dolor de la nombrar de una color amarilla que llaman desesperar paredes de canto negro y también negra la cal las tejas puso leonadas sobre talladas de pesar el suelo hizo de plombo porque es pardillo metal las puertas chapadas dello por su trabajo mostrar y sembró por cima el suelo secas hojas de parral cuando no se esperan bienes esperança no ha de estar en aquella casa cicura que hizo para penar hace más estrecha vida que los frayles del paular que duerme sobre jamergos y aquellos son su manjar lo que llora es lo que vive y aquello toma a llorar no más que una vez al día por más se debilitar del color de la madera mando una pared parar de muy blanco alabastro hizo labrar un altar con cam fosa betumado de raso blanco frontal puso el bulto de su amiga en él para le adorar el cuerpo hizo de plata el rostro de fino cristal un bital vestido blanco de damasco singular mongil en blanco sendal sembrado de lunas negras señal de casta final y en la cabeza le puso una corona real guarnecida de castañas cogidas del castañar lo que dice la castaña es cosa muy de notar las cinco primeras letras el nombre della sin par y murió de veinte años por más lástima dejar la su gentil hermosura quien la supiese lobar ques mayor que la tristura del que la mandó pintar y en lo quel passa su vida es en la siempre mirar cerró la puerta el placer abrió la puerta el pesar abrióla para que entrasse más no parase tornar Deshecha. No quiero mundo huir otra vida que me plega pues tu vida es el morir que nos mata con soffrir el esperanza que es ciega la vista clara se mega y la cordura donde tu deleyte llega de tristura. Fin -- -- | . | |
--- IX Para ir el rey a caza de mañana ha madrugado; entró donde está la reina sin la haber avisado, por holgarse iba con ella, que no iba sobre pensado. Hallóla lavando el rostro, que ya se había levantado, mirándose está a un espejo, el cabello destrenzado. El rey con una varilla por detrás la había picado; la reina que lo sintiera pensó que era su querido: -Está quedo, Landarico le dijo muy requebrado. El buen rey cuando lo oyera malamente se ha turbado; la reina volvió el rostro, la sangre se ha cuajado. Salido se ha el rey, que palabra no ha fablado, a su caza se ha ido, aunque en ál tiene cuidado. La reina a Landarico dijo lo que ha pasado: -Mira lo que hacer conviene, que hoy es nuestro fin llegado. Landarido que esto oyera mucho se [ha] acuitado. -¡En mal punto y en mal hora mis ojos te han mirado! ¡Nunca yo te conociera pues tan cara me has costado! que ni a ti hallo remedio, ni para mí le he hallado. Allí hablara la reina desque lo vio tan penado: -Calla, calla, Landarico, calla, hombre apocado; déjame tú hacer a mí que yo lo habré remediado. Llama a un criado suyo, hombre de muy bajo estado, que mate al rey, le dice, en habiéndose apeado, que sería a boca de noche cuando hubiese tornado. Hácele grandes promesas y ellos lo han aceptado. En volviendo el rey decía de aquello muy descuidado; al punto que se apeaba de estocadas le han dado. -¡Traición! -dice el buen rey, y luego ha expirado. Luego los traidores mismos muy grandes voces han dado: criados de su sobrino que habían al rey matado. La reina hizo gran duelo y muy gran llanto ha tomado, aunque en su corazón dentro otra cosa le ha quedado. - -- | . | |
X Yo me adamé una amiga dentro de mi corazón, Catalina había por nombre, no la puedo olvidar, no. Rogóme que la llevase 5 a las tierras de Aragón. -Catalina, sois muchacha, no podréis caminar, no. -Tanto andaré, el caballero, tanto andaré como vos; 10 si lo dejáis por dineros, llevaré para los dos: ducados para Castilla, florines para Aragón. Ellos en aquesto estando, 15 la justicia que llegó. -- -- | . | |
--- --- XI Romance de la gentil dama y el rústico pastor Estase la gentil dama paseando en su vergel, los pies tenía descalzos, que era maravilla ver; desde lejos me llamara, no le quise responder. Respondile con gran saña: -¿Qué mandáis, gentil mujer? Con una voz amorosa comenzó de responder: -Ven acá, el pastorcico, si quieres tomar placer; siesta es del mediodía, que ya es hora de comer, si querrás tomar posada todo es a tu placer. -Que no era tiempo, señora, que me haya de detener, que tengo mujer y hijos, y casa de mantener, y mi ganado en la sierra, que se me iba a perder, y aquellos que me lo guardan no tenían qué comer. -Vete con Dios, pastorcillo, no te sabes entender, hermosuras de mi cuerpo yo te las hiciera ver: delgadica en la cintura, blanca soy como el papel, la color tengo mezclada como rosa en el rosel, el cuello tengo de garza, los ojos de un esparver, las teticas agudicas, que el brial quieren romper, pues lo que tengo encubierto maravilla es de lo ver. -Ni aunque más tengáis, señora, no me puedo detener. -- -- | . | |
XII Las señas del esposo -Caballero de lejas tierras, llegáos acá y paréis, hinquedes la lanza en tierra, vuestro caballo arrendéis. Preguntaros he por nuevas si mi esposo conocéis. -Vuestro marido, señora, decid ¿de qué señas es? -Mi marido es mozo y blanco, gentil hombre y bien cortés, muy gran jugador de tablas y también del ajedrez, En el pomo de su espada armas trae de un marqués, y un ropón de brocado y de carmesí al envés; cabe el fierro de la lanza trae un pendón portugués, que ganó en unas justas a un valiente francés. -Por esas señas, señora, tu marido muerto es; En Valencia le mataron, en casa de un ginovés, sobre el juego de las tablas lo matara un milanés. Muchas damas lo lloraban, caballeros con arnés, sobre todo lo lloraba la hija del ginovés; todos dicen a una voz que su enamorada es; si habéis de tomar amores, por otro a mí no dejéis. -No me lo mandéis, señor, señor, no me lo mandéis, que antes que eso hiciese, señor, monja me veréis. -No os metáis monja, señora, pues que hacerlo no podéis, que vuestro marido amado delante de vos lo tenéis. -- -- --- | . | |
. |
.