BATALLITAS-1




batallitas del abuelo en Viñayo, relato del minero y la zarza, de regreso del trabajo en la mina, por el sendero de la lomba

RELATO Nº 1 el Minero.
Avanzado el mes de Julio, en una noche muy oscura, por estar el cielo cubierto de nubes, y sin luna.
Salía yo de la mina en el relevo de las doce de la noche, y no tenía ni la menor idea de Lo que me iba a acontecer.
Después de salir a la superficie, y dejar las herramientas de trabajo; inicie el camino de regreso a mi casa, en Viñayo, por el sendero de costumbre; Por el alto de la lomba, iba solo, y para hacerme compañía, comencé a silbar una cantinela; iba ligero, y debido a esa ligereza, o a la casualidad, o a ambas cosas, di un tropezón, a consecuencia del cual, se me cayo el candil, y se apago; me quede totalmente a oscuras; oí como rodaba cuesta abajo, e intente ir en su busca; Y cuando me incorporaba, al intento de avanzar, noto como algo me sujeta con fuerza del tabardo; escucho como se agitan los matorrales, y no se como, me parece que resopla detrás de mi, algún animal de grandes fauces; pienso, en un gran lobo; o en un perro; o quien sabe que más cosas; me invade el miedo; ¿y si me muerde? ; intento avanzar; y el bicho no me deja, ni mover; se revuelve, se agita; siento tal pánico, que me inmoviliza; ¿qué es lo que me tiene agarrado, con tanta fuerza? ; cuanto más tiro yo, mas tira él. Recuerdo en ese momento; me han contado, que ante un
 animal, fiero, no hay que salir corriendo, pues este, te persigue, para darte caza; me quedo inmóvil, y así pasan las horas, entre intentos frustrados de zafarme de la bestia; sin conseguirlo;
Lo que sea; me tiene bien cogido, y no suelta prenda; como jugando conmigo, al ratón y al gato; las horas pasan, la maleza se agita, a cada intento de fuga; y yo, con la esperanza perdida, intuyendo un ataque directo, en cualquier momento; Se acerca el amanecer, y todo sigue igual, aunque, con mas calma; con el primer atisbo de luz del amanecer, me giro la cabeza, para ver al animal, que me tiene entre sus garras; y descubro con asombro, que no es otro, que una gran zarza, a la que me había enganchado en la caída.
Menuda fiera; dientes si que tenia la condenada, pero intención de comerme, no lo creo, ahora que la veo.
Comencé a reírme de mí mismo, por no haber tenido la valentía, de enfrentarme a tan feroz bestia. (UNA ZARZA).





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